Editorial

Resumen

Antes de abordar una reflexión sobre las llamadas “nuevas sexualidades” e identidades de género, es necesario tener en cuenta el hecho de la diferencia y singularidad del cuerpo biológico y la subjetividad para entender la idea de normalidad. El cuerpo biológico está conformado por diversos órganos (anatómicos) y funcionamientos (fisiología), con sistemas metabólicos que regulan los mecanismos biológicos según sus normas propias. Las normas biológicas que regulan su funcionamiento y actividad son interiores al cuerpo biológico y, como sabemos, son universales. En lo biológico rige un principio de identidad para todos los cuerpos de la especie humana. Esto es, los cuerpos de la totalidad de los humanos responden a una misma estructura y funcionamiento. Esta universalidad es la que nos permite hablar de salud “normal”, adecuación a las normas biológicas, o patológico, anormal, cuando se aparta de las normas biológicas. No es así respecto a la subjetividad. Los modos depensar, construir significados, valorar, interpretar los fenómenos, la sensibilidad y el acompañamiento emocional y afectivo de los comportamientos, es siempre singular, propio de cada sujeto, situado en una historia (territorio de origen y de vida, familiar, social, cultural, etc.) y en un contexto social y cultural de la época, de los cuales dependen las normas que regulan los comportamientos prácticos. A diferencia del cuerpo biológico, no existe una norma universal para los procesos subjetivos. Esto implica que, desde el punto de vista de la subjetividad, rige un principio de diferencia, cada sujeto tiene una historia y singularidad propia. No se puede afirmar la idea de una subjetividad “normal” o “anormal”; solo podemos hablar de una mayor o menor adaptación a las normas sociales, culturales o morales, de la sociedad y la cultura que habita el sujeto. La “disidencia” que caracteriza las posiciones sexuales es justamente esta rebeldía frente a las imposiciones sobre el deseo sexual que impone la sociedad y la cultura.