Intersecciones entre Arte, Salud Mental y Derechos Humanos

Resumen

En el presente texto analizamos “intersecciones” entre Arte, Salud Mental y Derechos Humanos y es en el mismo sentido, en los “entres”, donde nuestra práctica concreta y la teoría se hacen uno. Dicha práctica da cuenta del recorrido del Colectivo Crisálida, dispositivo que aborda el trabajo en salud mental desde la cultura y el arte.

Entendemos el arte y sus lenguajes como herramienta de transformación social que opera a nivel singular, grupal y comunitario; que favorece la promoción de la participación comunitaria y habilita transformaciones subjetivas posibles de las personas con diagnóstico, además de permitir nuevos modos de acceso al ámbito cultural, a los procesos de simbolización, a formas vinculares y de ruptura frente a la mirada estigmatizante social.

Partimos de un conjunto definido de interrogantes y desde una postura crítica nos preguntamos acerca del lugar del arte en la cultura occidental. Entendiendo por cultura y sus dimensiones al conjunto de producciones humanas materiales y simbólicas, que incluyen la mirada que tenemos y hemos conformado de las cosas y del mundo, y la manera en que nos insertamos y posicionamos en él.

Si la cultura aparece como producción simbólica que permite construir ideologías, al modificarse esa matriz ideológica en los grupos y las comunidades surgen otras lógicas de articulación social en relación a los estereotipos.

El trabajo desde Crisálida habilita que las personas con diagnóstico modifiquen su rol de sujetos padecientes a sujetos promotores de cultura y ciudadanía, para generar modificaciones en el imaginario social de la comunidad a lo largo del tiempo y en forma perdurable, por ejemplo, en relación a la locura, al miedo a las personas con padecimiento subjetivo y a pensarnos como sujetos también padecientes.