E pur si riscaldato (Y sin embargo se calienta) Una aproximación a la ética profesional en el uso de los recursos naturales
Abstract
Nuestra civilización tecnológica se construyó sobre tres pilares: las ideas de la Ilustración (según el filósofo Inmanuel Kant “una radicalización de la Modernidad”), el sistema de producción y el dominio de las máquinas (de vapor, luego térmicas y nucleares). Estos tres pilares combinados forjaron una sociedad a nivel mundial que expandió las posibilidades
humanas y liberó para la producción industrial todas las potencialidades energéticas de la naturaleza almacenadas en los combustibles fósiles durante milenios. Así, nuestra actual civilización se sustentó en ideas y formas organizativas propias con base material es la instauración de un particular régimen energético. Tanto es así que, uno de los métodos
propuestos para medir el grado de desarrollo de una civilización dada es su consumo energético (Escala de Nicolái Kardashov, 1964). Por este artificio mensuramos que el hombre primitivo consumía de 2000 a 3000 calorías diarias; en comparación con las 300.000 calorías per cápita que utilizan las sociedades más desarrolladas tecnológicamente (el indicador integra el consumo de transporte y artefactos de industria y recreación). El resultado es que, en menos de 200 años de sociedad industrial, hemos consumido gran parte de los recursos que la naturaleza tardó millones de años en generar.
Es sabido que nuestra matriz energética primaria se sustenta en un 80% en el uso de combustibles fósiles y, más allá del debate de la tendencia a la escasez de estos recursos, se agregan las consecuencias ambientales por su uso indiscriminado; a todas luces el problema económico, social y político más grave que debemos afrontar como comunidad mundial en este siglo.
Cómo en la época de Galileo Galilei, cuyo saber disruptivo llevó a que se lo tildara de loco y hereje; hoy, después de décadas donde el discurso de la problemática Medio Ambiental y el avance del Cambio Climático pareció pertenecer a “fundamentalistas” de la ecología y científicos subvalorados, el fenómeno finalmente acaparó la atención del mundo científico tecnológico y de la opinión pública para incorporarse a la agenda política internacional. Y como no es posible recurrir al dogma de la Inquisición para eludir el debate; –con estudios concluyentes– son pocos los que todavía pueden dudar de su característica antropogénica.