Formas de gobernar la vida en la calle durante la pandemia: discursos, tecnologías y prácticas

Luana Marçon Magíster en Salud Colectiva, Doctoranda, Grupo de Pesquisa Conexões: Políticas de la Subjetividade e Salud Coletiva, Faculdade de Ciências Médicas, Universidade Estadual de Campinas, São Paulo, Brasil. image/svg+xml , Patrícia Carvaho Silva Magíster en Salud Colectiva. Investigadora, Grupo de Pesquisa Conexões: Políticas de la Subjetividade e Salud Coletiva, Faculdade de Ciências Médicas, Universidade Estadual de Campinas, São Paulo, Brasil. image/svg+xml , Jonathas Justino Maestranda, Grupo de Pesquisa Conexões: Políticas de la Subjetividade e Salud Coletiva, Faculdade de Ciências Médicas, Universidade Estadual de Campinas, São Paulo, Brasil. image/svg+xml , Cathana Freitas de Oliveira Magíster en Salud Colectiva. Doctoranda, Grupo de Pesquisa Conexões: Políticas de la Subjetividade e Salud Coletiva, Faculdade de Ciências Médicas, Universidade Estadual de Campinas, São Paulo, Brasil. image/svg+xml , Sérgio Resende Carvalho Médico. Profesor, Departamento de Salud Colectiva, Coordinador, Grupo de Pesquisa Conexões: Políticas de la Subjetividade e Salud Coletiva, Faculdade de Ciências Médicas, Universidade Estadual de Campinas; São Paulo, Brasil. image/svg+xml , Thais Machado Dias Magíster en Salud Colectiva, Doctoranda, Grupo de Pesquisa Conexões: Políticas de la Subjetividade e Salud Coletiva, Faculdade de Ciências Médicas, Universidade Estadual de Campinas; São Paulo, Brasil. image/svg+xml
Recibido: 9 diciembre 2020, Aceptado: 19 enero 2021, Publicado: 24 febrero 2021 Open Access
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Resumen


El artículo presenta un análisis basado en diversas fuentes de una encuesta nacional realizada con el equipo de Consultorios en la Calle en Brasil sobre la población en situación de calle y la pandemia de Covid-19. A través de ciertos principios ético-políticos y apuestas metodológicas, dirigimos nuestra mirada al discurso sobre quién vive y trabaja en las calles durante la pandemia, entrecruzando el discurso y la experiencia. De esta manera, buscamos desvelar las relaciones de poder, desde la perspectiva de la gubernamentalidad y la biopolítica, que permiten mostrar los modos de gobierno encarnados en la calle –principalmente a partir de las medidas de aislamiento y distanciamiento social– para tensionar el surgimiento de la noción de población en situación de calle, en este escenario pandémico. Por último, discutimos nociones de precariedad que circunscriben la vida en la calle como condición compartida, en busca de pistas sobre formas de resistencia y el derecho a aparecer.

INTRODUCCIÓN

Presentamos un estudio arqueogenealógico construido sobre la base de una investigación nacional que involucra a equipos de Consultorios en la Calle, a personas que viven en la calle, a colectivos y movimientos sociales que tienen como agenda el tema de las calles, e investigadoras que se in-mundan con el tema del cuidado en las calles.

Las investigaciones in-mundo hacen alusión a modos de investigar que no trabajan en la escisión dogmática sujeto-objeto, sino que buscan producir conocimientos en la propia experiencia de las intervenciones, tomando el campo de investigación como un espacio de entrecruzamiento que activa y produce el proceso de investigación1, esa noción ha sido una apuesta de las investigadoras en los tramos de investigación-intervención en las calles.

El estudio “Pandemia na Rua: estudo avaliativo do enfrentamento à Covid realizado pelas equipes de Consultório da Rua”, aprobado por el Comité de Ética en Investigación de la Universidade Estadual de Campinas (CAAE 31557320.5.0000.5405 - parecer 4037894), se desarrolló entre mayo y septiembre de 2020, y se conformó a partir de una sumatoria de fuentes descriptas a lo largo del artículo, y que incluyen temas abordados por medios de comunicación, análisis del discurso de las y los trabajadores de salud de los equipos citadas, diálogos con personas que viven en situación de calle, diarios de campo y los propios efectos e intervenciones disparadas por las (y sobre las) investigadoras. Tales herramientas se utilizan para comprender y tensionar el surgimiento de la noción social de “población en situación de calle” en este escenario pandémico.

Tomando como base ciertas investigaciones foucaultianas que buscan desvelar las redes de poder situadas en la historia del presente, realizamos un análisis del discurso con el propósito de visibilizar a las personas que viven de las calles y reflexionar sobre las políticas direccionadas a ellas, a partir de la óptica de la gubernamentalidad. Para este análisis, nos interesó situar las relaciones de poder y sus enunciaciones discursivas, como un dispositivo político que interviene materialmente en la producción de cuerpos, penetrando en la vida cotidiana de forma minuciosa y precisa, junto a los gestos, comportamientos, hábitos y lenguajes.

El artículo se compone de tres partes. La primera busca explicitar las directrices ético-políticas que delinean esta investigación, tomando el ethos como constitutivo de las apuestas teórico-metodológicas expuestas. Los preceptos de anormalidad y gobierno de los cuerpos se problematizan bajo lentes que nos ayudan a pensar cómo algunos cuerpos son marcados por existencias situadas en los márgenes y, de este modo, pasibles de no ser dignas de ser vividas.

En la segunda parte, discutimos la intersección de los marcos ético-políticos a partir de la experiencia de investigar, por medio de materiales producidos en la investigación, relacionados con la producción de memorias y narrativas. El entrecruzamiento entre experiencia y discurso se elaboró sobre conceptos de autoras y autores como Michel Foucault y Judith Butler, que nos permitieron reflexionar acerca de los posicionamientos de la histórica construcción de los modos de vida en las calles y su relación con dispositivos de las políticas del cuidado, actualizados a partir del escenario de la pandemia.

La tercera y última parte propone un análisis del “derecho a aparecer” y el concepto de vida precaria a través de los estudios de Butler2. Las tensiones impuestas por la pandemia y la reproducción de discursos, tecnologías y prácticas de carácter higienistas y excluyentes, agudizadas por una lógica neoliberal, que insiste en afirmar la existencia de vidas matables, nos plantean el desafío de desnaturalizar tal debate y así evidenciar las resistencias y organización de las personas que viven en las calles.

PRINCIPIOS ÉTICOS, POLÍTICOS Y ASPECTOS METODOLÓGICOS DE LA INVESTIGACIÓN

Hace algunos años, las calles de nuestras ciudades y, en ellas, las experiencias del cuidado se han constituido en objeto de interés de un conjunto de intervenciones, investigaciones, articulaciones de redes y colaboraciones con trabajadores y servicios del Sistema Único de Salud, por parte de la línea de investigación (intervención) Conexões: Políticas da Subjetividade e Saúde Coletiva do Departamento de Saúde Coletiva da FCM/Unicamp. En este proceso se produjeron disertaciones, tesis, proyectos de extensión universitaria, artículos, capítulos de libro, documentales, talleres y foros que, en su conjunto, han sustentado espacios de debate que delinearon repertorios teóricos y modos de investigar la problemática del cuidado en las calles que sustentaron esta investigación.

Entendemos, por ejemplo, que los encuentros e intercambios con las personas en situación de calle o colectivos que viven en la calle3 tienen que ser observados y transitados por el investigar-interferir, a partir de una perspectiva sensible a la innumerable gama de vulnerabilizaciones que marcan los territorios existenciales de estos sujetos y, no menos importantes, atentos a las señales que vienen de la calle4 que la afirman como un espacio de resistencia y producción de subjetividades que cuestionan el statu quo.

Entendemos, como Macerata, que esta calle constituye

...un “afuera/adentro” de la ciudad, un espacio existencial envuelto por la ciudad, pero que, aun, escapa a sus leyes y sus dinámicas oficiales...: lo que no cabe en las casas de la clase media, lo que no cabe en la comunidad. No solo la miseria lleva a las personas a la calle. Una conjunción de factores produce este territorio existencial. La calle se constituye entonces como esta zona “oscura” en la ciudad, zona extranjera, “extraña/íntima”, en la ciudad. La calle como el afuera/adentro de la ciudad marca distancias entre ciudades en una misma ciudad.5

Esta posición valoriza el carácter heterogéneo de estos sujetos, sus modos de vida a partir de sus territorialidades y la constitución de redes de vida, que se conectan en distintos escenarios urbanos. Los territorios se entienden aquí como un ambiente vivo, que por un lado tienen un recorte geográfico, un perfil poblacional y determinadas identidades socioculturales pero, más allá de eso, poseen una dimensión relacional que lo coloca en movimiento, en constante proceso de producción de sentido y de expresividad, de un modo heterogéneo6. Escenarios y territorios que aluden a modos de gobierno, diagramas de poder y producción de subjetividades derivados de una singular expresión gubernamental en nuestro país, en la cual el modo de organización de la vida neoliberal se pliega y se despliega en un socius caracterizado por una tradición autoritaria y elitista7 que mantiene, reproduce y amplía las desigualdades sociales. Tradición que se suma, y se fortalece mutuamente, a un conservadorismo moral que niega, combate y, en algunos momentos, busca prohibir y eliminar todo aquello que se presenta como lo diferente: negros, mujeres, pobres, LGBTQI+, indígenas, locos, presos, y las propias personas que viven en las calles.

Se desvela y se profundiza una sociedad que asume como normal la existencia de vidas que no valen la pena ser vividas8,9, una valoración que subsidia y justifica -en parte- la descalificación y vaciamiento de las políticas públicas, la implementación de políticas de austeridad y el estímulo exacerbado al individualismo y a la competencia que se consubstancia, en la actualidad, en la imagen del hombre como empresario y capital de sí mismo10.

En este contexto de vidas marginalizadas que buscan afirmar sus diferencias y potencias -en medio de prácticas y políticas que normatizan, disciplinan, reglamentan y controlan las diferencias y, cuando es necesario, eliminan vidas- nos hemos enfrentado, como investigadoras de la salud colectiva, a un imperativo ético de disputar memorias, discursos y prácticas de cuidado en las calles buscando dar visibilidad a aquellas personas que, en las márgenes, buscan afirmarse como sujetos de sus propias vidas.

De este modo, nos distanciamos de la representación euro-masculina en la que las ciencias de la salud suelen asentar su campo de acción e investigación, para guiarnos, en este contexto, por un ethos y principio de investigación que busca valorizar las prácticas de cuidado y resistencia de aquellas personas que viven en las calles, y que si bien han sido destinatarias de políticas públicas, en general, han tenido una participación mínima o casi nula en la producción de discursos y prácticas que orientan las intervenciones sobre ellas mismas.

Investigación e intervención en el contexto de la pandemia: “pandemia en la calle”

En el contexto de la pandemia del Covid-19, provistas de esta caja de herramienta teórico-conceptual buscamos profundizar nuestras investigaciones reflexionando y respondiendo a los desafíos que planteaba esta nueva realidad a las políticas, la gestión y las prácticas de cuidado a la salud de las personas en situación de calle y, no menos importante, a los profesionales de la salud que actuaban en la primera línea de atención.

Más allá de los riesgos inherentes a la enfermedad, la ausencia de circulación social en las calles, impuso muchos obstáculos para la subsistencia diaria, dada la escasez de las fuentes de trabajo, ingresos y donaciones11. Esto se da, especialmente, en un escenario de ampliación de este contingente de personas que viven en la calle, como producto de la crisis sociopolítica y económica prepandémica y su agravamiento en el contexto de la pandemia.

Así, atravesadas por esta compleja realidad, nos sentimos convocadas como colectivo a “colocarnos a la par de vidas que, a contracorriente de lo instituido, valían la pena ser vividas”12 delineando una investigación que nos permitiera, incluso con todos los límites que las medidas de aislamiento y distanciamiento social imponen, aproximarnos y sumergirnos en las vivencias de cuidado de aquellos que se encontraban en las calles.

En el transcurso de la investigación, se definieron tres ejes de análisis: 1) redes intersectoriales y gestión de la crisis de la pandemia en la calle, relacionado con los cambios que provocó la pandemia en los servicios y cómo se establecieron las redes de cuidado institucionales e informales durante la pandemia; 2) cambios en el cuidado durante la pandemia en la calle, que investigó el cuidado de los usuarios y sus modificaciones en medio de la pandemia, así como el cuidado a las y los trabajadores y procesos de trabajo en equipo; 3) historias, narrativas y memorias de la pandemia en la calle, que buscó reunir narrativas, discursividades y experiencias de personas que viven en la calle y trabajadores que habitaban las calles en medio de la pandemia.

Entre los ejes que se pliegan entre sí y que transversalizan cualquier mirada que produzcamos sobre la pandemia en la calle, en este artículo nos interesa específicamente compartir el desarrollo analítico discursivo que construimos a partir del tercer eje, atentas a la formación de una red discursiva que circunscribe temas en relación con las formas de expresión de las vidas en territorios geográficos y existenciales vulnerados en términos de asistencia y acceso a la salud.

Buscamos, en este contexto, tantear aquello que está implícito en la propia superficie de los discursos y las experiencias en torno de quienes viven en la calle durante la pandemia, teniendo en cuenta que la temática de la discursividad sobre la calle se alinea con nuestras implicancias de investigación, que comprenden el discurso como práctica, permeado por relaciones de fuerza, que constituyen las verdades de las experiencias narradas acerca de los llamados “grupos vulnerables”.

Los discursos son entendidos aquí como centrales en la vivencia de aquello que denominamos experiencia13. Para nosotros, los discursos y los enunciados lingüísticos tienen un carácter performativo dado que el “enunciado da existencia a aquello que declara (ilocutivo) o hace que una serie de eventos suceda como consecuencia del enunciado (perlocutivo)”2. Así, más que ser un instrumento que usamos para traducir nuestras vivencias en palabras, los discursos moldean y sustentan determinados niveles de análisis de la realidad que otorgan sentido a nuestras experiencias.

Por lo tanto, analizar los discursos contribuye a “elucidar los sistemas de pensamiento por medio de los cuales las autoridades y los especialistas del área de la salud plantean y especifican los problemas de gobierno e implementan acciones que buscan alcanzar determinados objetivos”12 y, también, permite describir y reflexionar sobre prácticas de resistencia e invención de líneas de fuga de aquellas personas para las cuales la calle es su territorio de pertenencia y existencia.

Señalar la emergencia de discursos y experiencias sobre y desde la calle nos abre una fisura que nos permite pensar en las estrategias reales producidas, las dificultades y potencialidades marcadas en las historias y en los cuerpos.

Se trata, también, de una disputa de memorias donde buscamos escribir una historia política de nuestro presente, tomando como eje estratégico de interés las actividades de estas “figuras menores”, estigmatizadas, socialmente invisibles y marginales.14

Esta mirada nos llevó a buscar las narrativas de las experiencias para interpretarlas y traducirlas, pero antes, reflexionar sobre cómo emergieron distintos discursos en el cotidiano del cuidado, para intentar desvelar racionalidades, tecnologías, estrategias y prácticas de gobierno para aquellos que viven y habitan las calles de nuestras ciudades.

Adentrarnos en estos discursos (y experiencias) derivados de las vivencias en las calles, nos posibilita construir una investigación en capas, transversalizar y ser atravesadas por textos (escritos y orales, y experimentarlos corporalmente) y remitirnos a un conjunto de estrategias y métodos de investigación que privilegian determinados dispositivos virtuales, que configuraron un registro y, al mismo tiempo, sustentaron una intervención en el campo. Entre otros, destacamos, un cuestionario en línea, realizado en Google Forms, que estuvo disponible de mayo a junio de 2020. Previo a su publicación, mapeamos los equipos de Consultorios en la Calle en el Registro Nacional de los Establecimientos de Salud del DataSUS y los invitamos a participar de la investigación por teléfono y correo electrónico. Sin embargo, debido a la baja respuesta por parte de las instituciones, se realizó un amplio proceso de divulgación en foros públicos vinculados a la temática de la salud de las personas en situación de calle, y los 94 equipos de Consultorios en la Calle de todas las regiones del país respondieron el cuestionario.

A la par del diálogo con los equipos a través del dispositivo cuestionario, conformamos una base de datos con artículos de periódicos, resoluciones y publicaciones institucionales sobre personas en situación de calle y la pandemia de Covid-19, además de un canal de comunicación por WhatsApp para que los sujetos, colectivos y equipos que trabajan en la calle pudieran enviar mensajes y registros de sus experiencias.

Es importante señalar que, desde un comienzo, tanto la invitación a responder el cuestionario, como el contacto con sujetos en situación de calle y los colectivos, se articuló con la invitación a los equipos y sujetos en situación de calle a participar del foro público en línea “Pandemia en la Calle” que tuvo lugar en septiembre de 2020, en el que los equipos, colectivos y sujetos en situación de calle compartieron la construcción conjunta de una mirada sobre las producciones de la investigación.

A partir de los caminos de investigación mencionados fue posible tener una visión y una experiencia aproximada de la realidad vivida por aquellas personas que habitan los territorios de cuidado de las calles de nuestro país -sean personas que viven en las calles, profesionales o gestores de salud- para tejer algunas reflexiones críticas sobre lo que ocurría y ocurre en los territorios de vida y disputa investigados. A continuación, presentamos parte de estos “hallazgos”.

DISCURSIVIDADES Y EXPERIENCIAS: BIOPOLÍTICAS QUE CIRCUNSCRIBEN LA POBLACIÓN EN SITUACIÓN DE CALLE EN LA PANDEMIA

El Estado dice: quedate en casa. ¿Y los que vivimos en la calle? La precaución que tomo es acostarme en el suelo y quedarme ahí.15

¿Cuáles son los efectos de las recomendaciones de prevención en el contexto de la pandemia de Covid-19 para la población en situación de calle? ¿Cuál es su relevancia en una reflexión cuyos objetivos sean desarticular y examinar las relaciones de poder y servir como instrumento de lucha y cuestionamiento a esas mismas relaciones?

Al intentar responder a estos interrogantes, buscamos reflexionar críticamente sobre las orientaciones de distanciamiento, aislamiento y prevención, y correlacionar estas medidas con el lenguaje que expresa y traduce una red discursiva producida en torno del tema, para analizar cómo resuenan en el cotidiano de quien vive en las calles.

Cabe señalar que Brasil presenta ciertas singularidades. El gobierno federal no asumió la responsabilidad de coordinar el enfrentamiento a la pandemia, además de producir narrativas que desalientan las medidas de restricción necesarias, aludiendo cuestiones económicas. Según palabras del presidente de la República16:

Los Estados están quebrados. Les falta humildad a esas personas que están bloqueando todo de forma radical. (19/4)

Nadie va a impedir mi derecho de ir y venir (10/4)

¿Algunos se van a morir? Sí, lo lamento. Es la vida. No se puede parar una fábrica de automóviles porque todos los años hay muertes en las rutas. (27/3)

Ciertos gobernadores están tomando medidas extremas. Tienen un gobierno de Estado que solo les faltó declarar su independencia. (20/3)

Muchos de lo que dicen es fantasía, esto no es una crisis. (10/3)

Aún así, se publicaron reglamentaciones y regulaciones, lo que nos exige intentar comprender las relaciones de poder y de gobierno presentes en las conductas propuestas por determinadas políticas destinadas al “cuidado de la salud” y la “defensa de la vida”17.

Vale destacar que, en el contexto de la biopolítica contemporánea, los dispositivos de seguridad que la sustentan operan cada vez más a partir de la promesa del “cuidado”, de la “defensa” y de la “prolongación” de la vida, actúan como un préstamo compulsivo, reclamando obediencia a sus normativas, y gobernando las poblaciones mediante una imprescindible “libertad” de sus individuos17

La mirada sobre los modos de gobierno y la capilarización del saber/poder sobre las políticas de salud permiten nuevas formas de comprender la salud, que problematicen y tematicen las distintas maneras por las cuales estas poblaciones se relacionan con el Estado y sus prácticas para garantizar derechos por distintos caminos. Para hacer esto, tomamos como referencia ciertos estudios que sitúan al Estado y sus intervenciones como una composición de “mecanismos y técnicas infinitesimales de poder que están íntimamente relacionados con la producción de determinados saberes”18. Saberes y poderes que se concretan a través de tecnologías e historias específicas y que, al mismo tiempo, escapan al intento de un poder centralizado en el aparato del Estado.

...ni el control ni la destrucción del aparato de Estado, como muchas veces se piensa -aunque, tal vez, cada vez menos- es suficiente para hacer desaparecer o para transformar, en sus características fundamentales, la red de poderes que impera en una sociedad.18

Es interesante notar, en este contexto, que de las pocas resoluciones emitidas por el Gobierno Federal, la Resolución 69/202019, que aporta recomendaciones para garantizar la protección a la población en situación de calle en el contexto de la pandemia, en el ítem 2.8.1 menciona que:

...en los espacios públicos, las personas en situación de calle están sujetas a la violencia, al acceso precario a la alimentación, a la falta de lugares adecuados y seguros para dormir y mantener su higiene personal, a la falta de acceso a productos de higiene y limpieza y de condiciones para la higienización de su ropa, pertenencias, alimentos, etc. Tales aspectos dificultan la adopción de medidas para prevenir la transmisión y colocan a esta población en una situación aún más vulnerable a la contaminación y transmisión del virus.

Se trata de un diagnóstico que nos parece pertinente pero que, en consonancia con otros discursos que emergieron a lo largo de la investigación, también apunta hacia un conjunto de recomendaciones dirigidas a la prevención de la transmisión y del contagio que parecen delinear respuestas poco contundentes para el universo complejo de quien vive en las calles, sin proponer combatir la inmensa deuda social existente.

Cabría, tal vez, preguntarnos nuevamente si lo que el Estado propone y busca afirmar es el derecho a la vida (y la invención de derechos) en su radicalidad o si, una vez más, busca operar una repetición histórica que agudiza la relación de omisión y desaparición de vidas vulneradas, ampliando las desigualdades en aquello que se afirma como el derecho a la vida.

El epígrafe del comienzo de este apartado nos sitúa en esa discusión. ¿A qué vidas está destinado el mensaje predominante y repetido “quédense en casa, cuídense”? Pareciera que la reafirmación de los “anormales del deseo” repercute en las personas que viven en las calles, tanto en términos de otra posibilidad habitacional (que no sea la calle) o de aquello legitimado como protocolo de cuidado3.

La vida está mucho más difícil, no conseguimos vender nada en los semáforos, las personas tienen miedo de acercarse y contaminarse” (Diario de campo, mayo de 2020)

“Estamos aquí tirados, desamparados y abandonados. Nuestra casa es aquí, ya es la calle”, resaltó una persona sin techo. “Las personas tienen hasta miedo de acercarse porque vivimos en la calle”, reforzó Leandro da Costa Duarte20.

La disminución abrupta de personas que transitan por el espacio público, el cierre de los comercios y de servicios no esenciales (atendiendo a protocolos de contención de la pandemia) son factores que imponen quién vive en el espacio público -zona no humana, peligrosa e inhabitada-, restringiendo los mecanismos de subsistencia, disminución de donaciones, poca oferta alimentaria e imposibilidad de “manguear” (término que hace referencia al acto de pedir dinero, comida, ropa) por parte de quien vive en la calle en algunas regiones del país.

Una vez más, observamos sistemáticas discursividades que estilizan los cuerpos y sus historias construyendo la idea de población, que aquí suena como un movimiento de homogeneización compulsiva de aquello que se manifiesta como lo diferente, lo otro, en la figura de aquellos que habitan nuestras calles. Población en situación de calle que, en el mismo acto de reconocerse en la terminología que la inaugura, realiza un acto clasificatorio que confiere a estos vivientes la cualidad de peligro y de amenaza al orden, también sanitario. La conceptualización de la ausencia de higiene parece aquí reforzar y traer nuevamente a la escena aquel “ser” considerado degenerado, no digno de compasión y peligrosamente actuante en el territorio de los riesgos a la salud de “otras poblaciones”, que es deudora del cuidado y la protección negada a la calle.

Los discursos desvelan aquí un conjunto de relaciones de poder y gobierno que construyen una narrativa moral y sanitaria específica en torno de la subsistencia, la alimentación, la higiene y el aislamiento. Una discursividad que, al fin y al cabo, refuerza el estigma de la población en situación de calle como amenaza y peligro a la vida de todos nosotros como humanos, en nuestra fabricada normalidad.

Estos seres vivientes pasan a ser vistos como vectores de contaminación, insertos en artificios e idearios representativos en los cuales sus cuerpos ofrecerían ciertos riesgos al cuerpo social, y sus propias existencias quedarían asociadas a ciertos enunciados que transitan del contagio “venéreo” al “viral”, trayendo concepciones que anteceden al contexto pandémico, pero que o se actualizan en percepciones difundidas como agentes de propagación y diseminación del nuevo coronavirus, que fomenta el escenario de vidas precarias8.

La cuestión que me gustaría señalar es... creo que no hubo una preocupación por las personas en situación de calle con relación al Covid, existió preocupación de que las “pop calle” [población en situación de calle] no pasaran, no transmitieran el Covid. Por ejemplo, ¿cómo agarras a la “pop calle” que se caracteriza por la morbilidad, que andan por toda la ciudad, para que haga cuarentena? Entonces, hay proyectos que tienen un gran desconocimiento, falta de políticas [...]. El otro día multaron a una persona acá, en situación de calle, que no usaba máscara. Yo pensé: Dios mío, ¿qué es esto? (Diario de campo, septiembre de 2020)

Frente a lo que ustedes plantearon, es una realidad que estamos atravesando, que el Covid-19 instaló la higienización de las ciudades. Esto es una realidad y con eso la Policía Civil y la Guardia Metropolitana trabajaron con esa intención… lugares de uso y lugares donde se quedaban las personas en situación de calle, están siendo desmanteladas, a veces de modo arbitrario... con balas de goma, prohibiendo la distribución de comida. (Diario de campo, septiembre de 2020)

Vemos que la paradoja del aislamiento social en espacios públicos perfila un régimen de precariedad ya existente, que actualiza la noción de “población virulenta”. Tal como los grandes conventillos y ámbitos de prostitución y sus concepciones análogas al “cuerpo venéreo”, que cargan las abyecciones de género en su propio sangre21, la población en situación de calle, en su multifacética fisonomía, pasa a ser contemplada como vectores de transmisión en potencial.

Incluso todo eso de la higienización [...] están queriendo montar campamentos en la gran San Pablo, en vez de ofrecer residencias. ¡Dios mío! Eso es una higienización. Pero eso ahora es una idea moderna, sí, Hitler ya era moderno. En 1920 estaba el modernismo. La Segunda Guerra fue algo moderno. La higienización es moderna. Y estamos viviendo eso ahora, en pleno siglo XXI una nueva ola de higienización. Moderna. Vamos a eliminar villeros, quilombolas, pop calle, y listo... y vamos a vivir tranquilos. ¿Así se mata el virus? Porque el virus somos nosotros: ¡el pop calle, el quilombola, el que no tiene plata! (Diario de campo, septiembre de 2020)

El Covid-19 no inaugura las presuposiciones históricas de control y vigilancia que operan e inciden sobre los cuerpos de quienes viven en las calles. No se trata de una denuncia original. Sin embargo, el proceso de agudización de las prácticas de desigualdades se da a partir de violaciones sistemáticas, no inéditas, sino agravadas por los modos de gobierno neoliberal que inciden también sobre las prácticas de salud y lógicas de cuidado ofrecidas no solo por el Estado.

En este movimiento, en octubre de 2020, se publicó una nueva resolución22 con orientaciones para llevar a cabo un proyecto titulado “Acolhimento em comunidades terapêuticas de usuários de álcool e outras drogas que se encontram em situação de rua”, que ponía a disposición espacios para acoger a estas personas y recomendaciones de acciones intersectoriales e integradas.

Esta resolución y la “higienización moderna” reflejan la realidad actual de quien vive en la calle a nivel nacional. Elucidan modos de gobierno en los cuales las tecnologías se producen históricamente desde campos de conocimiento que tratan de apartar los normales de los anormales, los de buena conducta de los delincuentes y los ocupados de los vagabundos, dirigiendo los que viven en la calle a los paradores, albergues y comunidades terapéuticas en una específica funcionalidad del poder.

Aquí donde trabajo, hubo mucha contaminación en los refugios, las condiciones eran muy malas, tanto para la población de calle, como para quien trabaja, en algún sentido quien se quedó en la calle estaba más protegido (Diario de campo, septiembre de 2020)

No nos oponemos a los servicios y acciones que se destinan a la acogida de la población en situación de calle y, en este contexto de crisis sanitaria, a los espacios de emergencia creados para el distanciamiento social. Ellos pueden garantizar el acceso a la higiene personal y vivienda provisoria, (entre otros elementos de la vida cotidiana), contemplando una gama de servicios que quien vive en la calle no suele acceder con facilidad, se caracterizan por ser espacios importantes en diversas situaciones en las que resultan necesarios cuidados específicos.

La problemática se refiere al hecho de que muchas veces la funcionalidad de tales servicios y la forma de la atención a los usuarios (en términos de acogida y respeto a su dignidad), a pesar de brindar protección, colabora con el sostenimiento de lugares sociales específicos para los llamados grupos vulnerados.

Como problematiza Foucault23, el modelo de policiamiento de la ciudad y de la inclusión del pestilente, reactivado a fines del siglo XVII e inicios del siglo XVIII, produjo tecnologías que tienen el objetivo de prohibir y controlar a los grupos poblacionales marginalizados. Se actualizan así los mecanismos de poder que “el viejo derecho de causar la muerte o dejar vivir se sustituye por un poder de causar la vida o devolver a la muerte”24.

Las biopolíticas que rigen la vida son interesantes para pensar y tensionar el concepto de población, tomando el biopoder como una tecnología de gobierno comúnmente utilizada con énfasis en la protección de la vida, a partir de la regulación y el ordenamiento de los cuerpos. El núcleo de la noción de población virulenta (de la cual la población en situación de calle se tornó depositaria) pasó a (re)inaugurar una nueva noción de subjetividad infecciosa, que hace que las personas que viven en las calles sean el foco de preocupación en cuanto a las medidas de prevención y de aislamiento social. Junto a esta conceptualización se refuerza, además, la noción de que los propios sujetos que viven en la calle son los que deberían encontrar condiciones, por mérito propio, para responder a las recomendaciones sanitarias propuestas.

...pocas personas que viven en la calle tienen Covid, pues nadie toca sus manos.25

Pero mirá, hablando de los proyectos sociales, algo muy importante es que no es correcto que llegues a la calle y le des la vianda a las personas que están en la calle, porque la persona tiene que concientizar que tiene que salir de la calle. Porque la calle hoy es un atractivo, a la gente le gusta quedarse en la calle, afirmó Bia Doria.26

Este relato atraviesa el campo de las prácticas que escapan a las molecularidades de las ofertas de cuidado. La historización de los cuerpos que contemplan las calles como vivienda adentra representaciones discursivas que corporizan los efectos del Covid-19 de manera epidérmica para los que viven en las calles, ampliando las miradas vigilantes en pos de su control, sin considerar sus características heterogéneas, masificando, por así decir, subjetividades plurales en ofertas de cuidado carentes de flexibilización y singularidad.

DERECHO A APARECER E INSCRIPCIONES URBANAS ANTE DE LA PANDEMIA: CONSIDERACIONES FINALES

“El pueblo” no es algo establecido de antemano, sino que somos nosotros quienes marcamos sus límites.2

En el transcurso del artículo analizamos las emergencias discursivas que circunscriben la vida en las calles en el escenario del Covid-19, en especial las de aislamiento y distanciamiento social, en las cuales se sustentan históricamente, y se (re)actualizan, en la producción de intervenciones que discurren y provocan acciones sobre los cuerpos de las personas que viven en la calle como una población. En esta performance lingüística que caracteriza, normatiza y produce sus vivencias, bajo una cierta representación, se ratifica una esfera constitutiva de categorías existenciales no humanas, virales y potencialmente peligrosas, ajustadas a las normas.

Estas normas también nos producen, pero no en el sentido de que nos creen o determinen en sentido estricto quiénes somos. Lo que hacen más bien es dar forma a modos de vida corporeizados que adquirimos a lo largo del tiempo, y estas mismas modalidades de corporeización pueden llegar a convertirse en una forma de expresar rechazo hacia esas mismas normas, y hasta de romper con ellas.2

En las pistas reflexivas sobre los modos de gobierno de las vidas en las calles nos deparamos, como punto en común, con la condición precaria y la corporeización de la vulnerabilidad, que presenta racionalidades que dan margen al concepto de población, principalmente de población de riesgo, en un contexto de crisis específica en el escenario pandémico.

Lo que realizamos hasta aquí es también una denuncia de normatizaciones específicas y difusas que categorizan específicamente a la población en situación de calle. Una operación implicada con la visibilidad de las voces de los que viven y trabajan en las calles, que se enfrentan cotidianamente a mecanismos de desaparición y precariedad. La precariedad como condición compartida, más allá de la identidad, según Butler2, atraviesa todos los niveles de existencia, visto que todos estamos expuestos “a la inseguridad y a un futuro dudoso”, a través de la violencia y de la pérdida de derechos. Si bien la distribución es desigual, más allá de las condiciones económicas, existen otras diferenciaciones sociales presentes en esas desigualdades, por ejemplo, de raza y género, que producen una noción de cuerpos que importan y cuerpos que no importan. La precariedad se establece como una condición social y económica, y no como una identidad estable y continua, sino producida y pasible de enfrentamiento.

Los cuerpos en las calles -que desafían el orden sanitario, no higienizados, harapientos, desorientados y normalizados como subespecies- se actualizan durante el Covid-19 y buscan, en los diagramas de la supervivencia y de la experiencia, “recontarse” a través de otras facetas de la condición del aparecer.

El derecho a aparecer está atravesado también por perspectivas ético-políticas, dado que adentrarse en las calles y dejarse afectar por su sentido de poder político se refiere, inevitablemente, a comprender que los procesos de aquellas experiencias que afirman la vida no se relacionan con representar esas experiencias a través de conceptos esencialistas, sino que, en este afuera/adentro de la vida en las calles, apostar a la construcción de prácticas de cuidado contrarias a los mecanismos macro y micropolíticos que no cesan de fijar, calcular y gobernar, jerarquizando de modo desigual las posibilidades de existencia.

En este contexto, así como en tantos otros, el derecho a aparecer inscribe a los habitantes de las calles, así como a su escenario de orden público, en una materialidad peculiar. Se puede decir, que las personas que viven en las calles se tornan visibles a la mirada, o sea, pasan a ser vistas, a ser caracterizadas, subjetivadas bajo los signos del poder, y así aparecen a los ojos del amplio espectro social.

El cuerpo implica mortalidad, vulnerabilidad, agencia: la piel y la carne nos exponen a la mirada de los otros, pero también al tacto y a la violencia, y los cuerpos también amenazan con transformarnos en la agencia y en el instrumento de todo esto. Aunque luchemos por los derechos sobre nuestros propios cuerpos, los propios cuerpos por los cuales luchamos no son solo nuestros. El cuerpo tiene su dimensión invariablemente pública. Constituido como un fenómeno social en la esfera pública, mi cuerpo es y no es mío.27

Las emergencias constitutivas de la propia marginalidad posicionan a los sujetos a partir de preceptos de no inteligibilidad, anormalidad y precariedad. Al reivindicar el campo de disputa de narrativas por sobre las racionalidades hegemónicas que nos rigen, colocamos en el centro de esta disputa específica el derecho a aparecer2. Los espectros del aparecer, como performance pública que buscamos retratar, no están libres de las amarras del poder, sino que se construyen a partir de estas mismas amarras, en un afuera/adentro en el que las existencias se subjetivan en una cierta ética que se contrapone a las materialidades de la invisibilidad y de la no humanidad compulsiva.

Ejercer el derecho a aparecer requiere generar resistencias a discursos asignados a los grupos vulnerados, apelando a la necesidad de rechazar las nociones colectivas de precariedad, ejercitar expresiones de libertad que reivindiquen vidas que puedan ser vividas2.

Se busca alcanzar no solo la aparición en sí, sino la posibilidad de tornarse reconocible y legible, no a través de las racionalidades que componen sus determinaciones de marginalidad, sino en operativos realizados dentro de estas mismas matrices y/o a través de ellas; como si una experiencia de sometimiento compartida, con demandas similares, se movilizara y reivindicara un determinado espacio como público, de otra manera que no sea la de la subalternación, el encierro y la eliminación.

Tal argumentación requiere reivindicar otros modos de ejercicio político que podrían buscar “minimizar la inviabilidad del vivir que es vivida por ciertas vidas”.

...una de las razones por las cuales la esfera de lo político no puede ser definida por la concepción clásica de polis es que esta concepción nos despoja de la posibilidad de tener y usar un lenguaje para aquellas formas de agencia y resistencia asumidas por los desposeídos. Aquellos que se encuentran ante una exposición radical a la violencia, sin contar con protecciones políticas básicas bajo la forma de leyes, no están por este motivo situados “fuera” de lo político o despojados de toda y cualquier forma de agencia.28

Apostamos, por lo tanto, a las agencias de los cuerpos enmarcados en la lucha de los movimientos sociales, reconocidos en las búsquedas de viviendas, asistencia social y salud, pero interpelando a los movimientos performativos insurgentes en las redes vivas de cuidado, de la producción de lo común, establecidos en ratoneras o bajo las autopistas, residentes en viviendas precarias o que habitan las calles, a la propagación de otras narrativas acerca de cómo “los cuerpos serán apoyados en el mundo”2 o tal vez, cómo estos mismos cuerpos soportarán este mundo.

De hecho, la “pop calle” es muy resistente... si no, no estarían vivos. (Diario de campo, septiembre de 2020)

La afirmación de estas alianzas, que parecen tener absoluta pertinencia y actualidad, es reafirmada por Erika Hilton, mujer trans y electa concejal del municipio de San Pablo en el año 2020, cuando nos invita a pensar la vida como movimiento y territorio de afirmación de nuevos posibles y corporificar modos de resistencia y agencia, encuentra en su espacio de actuación la producción de visibilidad y escucha, una experiencia que supera la multiplicidad de cuerpos a los cuales se refiere:

Es un cuerpo que durmió en las veredas, es un cuerpo que se prostituyó, que fue apedreado en las esquinas, que fue invisible durante la mayor parte de su vida... Pero que consiguió ser electa en la mayor ciudad de América Latina y ser la mujer más votada. Eso, para mí, significa que estoy en el camino correcto y que no estoy sola.29

Que mi cuerpo sirva para abrir caminos para que otras puedan venir. Yo soy un cuerpo político del mundo.30

La escucha y la visibilidad de estas manifestaciones actuales torna evidente la necesidad de una mirada de las políticas de salud hacia las nuevas formas de expresión y subjetividad. Buscamos mostrar, también, que se está experimentando con nuevas formas de investigar y producir a partir de investigaciones colectivas que afirman la producción de conocimiento y visibilidad de narrativas que, al mismo tiempo que interactúan, producen las experiencias de investigación. En este sentido, las políticas de cuidado necesitan ser construidas constantemente y afirmadas sobre la base del reconocimiento de estas múltiples existencias.

Finalizamos este texto destacando en nuestro recorrido de investigación aquello que se contrapone a las reglamentaciones sociales que dictan lo que puede ser visto y percibido como parte de la realidad. Abordar la historia del presente ha sido para nosotros, y este texto lo reafirma, una manera crítica de dejarse atravesar por narrativas de sujetos que encuentran en las calles territorios de existencia (sea como trabajadora/investigadora y/o como personas que viven allí) y que, más que denunciar la degradación de la vida vivida, afirman líneas de fugas y prácticas de resistencia, en las que emergen nuevos modos de realizar la ocupación pública y política de la calle y disputar memorias y narrativas en estos territorios.


Referencias bibliográficas


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